Existen muchas características que debe tener un innovador, pero dos parecen fundamentales. Una, la capacidad de observar y de dejarse sorprender por el medio en el cual se desenvuelve. Dos, la perseverancia que le ponga a todo aquello que se proponga alcanzar en la vida. Estas dos características las tenía Robert Kearns. Un ingeniero e inventor norteamericano, quien patentó, entre otros inventos, el limpiaparabrisas que hoy usan millones de automóviles en el mundo.
La génesis de este invento resume bien lo que decía al comienzo de que el binomio observación-perseverancia es exitoso para cualquier emprendedor. El Dr. Kearns perdió gran parte de la visión en el ojo izquierdo el día de su boda, luego de que al destapar una botella de champaña el corcho lo golpeara en él. Años después, mientras manejaba, en una noche de poca lluvia, pudo observar cómo el limpiaparabrisas de su carro funcionaba muy seguido, rechinaba en el vidrio y tenía que apagarlo para, a los pocos segundos, tener poca visibilidad. Este incidente lo llevó a pensar en diseñar un limpiaparabrisas que funcionara intermitentemente y con diferentes velocidades, inspirado en el parpadeo de los ojos (situación que ha sido desmentida en algunos momentos).
Cuando el Dr. Kearns vislumbró esta oportunidad, hacia 1963, el fabricante de carros Ford estaba en todo su auge y era ya una multinacional muy respetada y con una alta cuota de participación en el mercado desde varias décadas atrás. Su invento fue presentado al jefe de investigación y desarrollo de la compañía, que buscaba de manera infructuosa una solución a este problema. Entusiasmado, el funcionario de la Ford inició una negociación con el Dr. Kearns, en la cual este fabricaría los limpiaparabrisas y Ford los vendería. Pero todo dio un giro de 180 grados cuando su prototipo fue enviado a Washington para ser analizado, antes del escalamiento de la tecnología, y la respuesta fue negativa: el invento no les interesaba. Tremenda sorpresa se llevó el inventor, meses después, cuando pudo ver, su limpiaparabrisas instalado en los nuevos modelos lanzados por la Ford. Esto lo condujo a entablar una demanda ante la empresa por infringir su patente. Por más de 30 años el Dr. Kearns estuvo involucrado en un complicado lío jurídico con la empresa de automóviles. Ford argumentaba que Kearns no había inventado nada, ya que simplemente modeló algunos circuitos constituidos por una serie de partes ya conocidas. El Dr. Kerns, que se representó a sí mismo en el juicio, logró demostrar que integrar elementos conocidos, de una manera diferente, constituía una innovación. Al final, el jurado falló a su favor obligando a Ford pagar alrededor de US 30 millones por infringir la patente de manera no intencionada.
Pero más que el dinero el Dr. Kearns siempre buscó que la Ford reconociera que había robado la patente, cosa que no sucedió. Y se empeñó en eso por una convicción inamovible de vida, en la cual la ética profesional estaba por encima de todo, como se los inculcaba a sus estudiantes.
La confianza será un aspecto fundamental en la relación universidad– empresa. Toda acción que vaya en detrimento del otro se paga muy caro, generando un gran daño al sistema, ya que por lo general esta práctica se puede interpretar como generalizada. Por esto el papel de las oficinas de transferencia es vital, generando un garante de la relación y anticipándose a posibles conflictos de intereses futuros.